
De los cuatro elementos que componen el “marketing-mix”
(producto, precio, publicidad y distribución) el precio tiene un alto
componente psicológico sobre los clientes respecto a la percepción del producto
que les vendes. Los precios altos aparentan calidad o exclusividad, los precios
terminados en 0,99 parecen más baratos, etc. También en la publicidad se
utiliza la expresión “¡solo!” antes del precio para remarcar que aparentemente
es barato.
Cuando he comentado esta anécdota a mis conocidos el efecto
psicológico que les ha producido siempre ha sido el mismo: “¡Hay que ser
rácanos!”. Por eso es tan importante en el plan de marketing la elección del
precio de venta.
Está claro que con el precio venta hay que recuperar los
costes generados y añadirle un margen para que obtengamos beneficios. En el
precio de venta está incluido la parte proporcional de las materias primas
utilizadas, pero, también de la mano de obra (camareros, cocineros…), de la
luz, alquileres, el desgaste de la maquinaria, muebles e, incluso, de los
cubiertos. ¿No hubiese sido mejor añadirle a cada plato 40 céntimos? Al cliente
le da lo mismo que un plato cueste 9,40 € o 9,80 € y se elimina el efecto
psicológico negativo de desglosar el desgaste de los cubiertos.
Es que, si siguiéramos con la tendencia del desglose, nos
podríamos encontrar con una cuenta de un restaurante como la que sigue:
Menú del
día: 3 x 9€: 27,00€
Pan y
cubiertos: 2,30 €
Alquiler: 0,75€
Camarero: 0,25 €
Mesa y
mantel: 0,50 €
Silla: 0,10 €
Desgaste de
baldosa: 0,40€
TOTAL: 31,30
€